En una reciente actividad escolar, los estudiantes ofrecieron una charla para explicar, desde su propia mirada, qué es el software. Lo que parecía un tema complejo, se transformó en algo accesible, natural y hasta divertido gracias a sus palabras.
Uno de los niños lo definió como “lo que hace que las cosas electrónicas funcionen, como las apps o los videojuegos”, mientras que otra alumna comentó que “el software es como un cerebro invisible que le dice a la computadora qué hacer”. Hubo quienes lo compararon con recetas de cocina, instrucciones secretas o hasta con magia. Cada definición revelaba no solo comprensión, sino también creatividad y curiosidad.
Más allá de las respuestas, lo valioso fue ver cómo los niños piensan la tecnología: no como algo distante, sino como parte de su vida cotidiana. Usaron ejemplos como YouTube, videojuegos, calculadoras y hasta los relojes inteligentes. Para ellos, el software no es solo código; es herramienta, juego y puente con el mundo.
Escucharlos nos recordó que aprender tecnología no tiene que ser difícil si se enseña desde la experiencia, el juego y la exploración. Sus palabras nos invitan a acompañarlos en ese proceso con más preguntas que respuestas, con menos miedo y más asombro.

